betossantana escreveu:Led Zeppelin escreveu:Sim, omissão de socorro é crime. Resolvido.
Sim, o Zeppelin está certo. Não vou entrar na analogia do "problema" com questões econômicas e ideológicas, mas este é um caso puro e simples de omissão de socorro, cuja pena vai de 1 a 6 meses de detenção (ou multa), acrescida da metade se resulta lesão corporal grave e triplicada se resulta morte. Os bens jurídicos protegidos pela norma em questão é são a integridade física e a vida. Não há um motivo no problema que JUSTIFIQUE a abstenção das pessoas no bote em relação à que está na água.
A propósito não é uma questão legal e sim moral. Dizer que é crime não acrescenta nada a questão. E o que se tenta e ver por quais princípios morais devemos tratar a questão.
É mais que óbvio que a maioria das pessoas ajudaria a mulher seja por empatia seja por intuicionismo moral. Mas novamente os filósofos morais perguntam pq diabos de principios deve-se ajudá-la.
Abaixo segue uma pequena exposição do filósofo australiano Peter Singer sobre o assunto.
Peter Singer
La obligación de ayudar
El argumento que defiende la obligación de ayudar
El camino que va desde la biblioteca de mi universidad hasta el aula magna de humanidades pasa al lado de un estanque ornamental poco profundo. Supongamos que cuando me dirijo a dar una clase, me doy cuenta de que se ha caído al estanque un niño pequeño y que corre el peligro de ahogarse. ¿Negaría alguien que he de meterme para sacar al niño? Esto supondría manchar mi ropa de barro, o cancelar mi clase, o retrasarla hasta que pudiera encontrar algo seco que ponerme; pero comparado con evitar la muerte de un niño, esto es insignificante.
Un principio loable que apoyaría el criterio de que debo sacar al niño sería el siguiente: si está en nuestras manos evitar que ocurra algo muy malo, sin sacrificar algo que se le pueda comparar moralmente, tenemos que hacerlo. Este principio no parece polémico. Evidentemente contará con la aprobación de los consecuencialistas; pero los no consecuencialistas deberían aceptarlo también, ya que el mandato de evitar lo que sea malo se aplica sólo cuando no esté en juego nada que se le pueda comparar en importancia. Por tanto, el principio no puede llevamos a la clase de acciones que los no consecuencialistas desaprueban enérgicamente, tales como violaciones graves de los derechos individuales, injusticias y promesas incumplidas entre otras. Si los no consecuencialistas consideran que se puede comparar en importancia moral cualquiera de estas acciones con lo malo que se ha de evitar, automáticamente considerarán que el principio no se aplica en los casos en los que sólo se puede prevenir lo malo violando derechos, cometiendo injusticias, incumpliendo promesas, o lo que sea que esté en juego. La mayoría de los no consecuencialistas sostienen que debemos impedir lo que sea malo y contribuir a lo que sea bueno. Su polémica con los consecuencialistas yace en su insistencia en que éste no es el único y definitivo principio ético: que sea un principio ético no lo niega ninguna teoría ética admisible.
No obstante, es engañosa la apariencia poco polémica del principio de que tenemos que impedir lo que sea malo siempre que podamos, sin sacrificar nada que se le pueda comparar en importancia moral. Si lo tomáramos en serio y actuáramos en consecuencia, tanto nuestras vidas como nuestro mundo cambiarían fundamentalmente. Porque el principio se aplica no sólo a situaciones extrañas en las que hay que salvar a un niño de un estanque, sino a situaciones cotidianas en las que podemos ayudar a los que viven en la pobreza absoluta. Al decir esto, pienso que la pobreza absoluta, con su hambre y su desnutrición, falta de vivienda, analfabetismo, enfermedades, alta mortalidad infantil y baja esperanza de vida, es algo malo. Y pienso que está en manos de los ricos reducir la pobreza absoluta, sin sacrificar nada que se le pueda comparar en importancia moral. Si estas dos pretensiones y el principio que hemos estado analizando son correctos, tenemos una obligación de ayudar a los que viven en la pobreza absoluta que no es menos fuerte que nuestra obligación de rescatar de un estanque a un niño que se está ahogando. No ayudar estaría mal, sea o no intrínsecamente equivalente a matar. Ayudar no es, corno convencionalmente se piensa, un acto caritativo que es digno de elogio, pero que no está mal omitir; es algo que todo el mundo debería hacer.
Éste es el argumento que aboga por la obligación de ayudar y que, enunciado de manera más formal, quedaría de la siguiente forma:
Primera premisa: si podemos evitar que ocurra algo malo sin sacrificar nada de una importancia comparable, debemos hacerlo.
Segunda premisa: la pobreza absoluta es mala.
Tercera premisa: hay parte de la pobreza absoluta que podemos evitar sin sacrificar nada de una importancia moral comparable.
Conclusión: debemos evitar parte de la pobreza absoluta.
La primera premisa es la premisa moral esencial sobre la cual descansa el argumento, y he intentado demostrar que la pueden aceptar personas que sostienen posturas éticas diferentes. La segunda premisa es probable que no se ponga en duda. La pobreza absoluta está, según McNamara, "por debajo de cualquier definición razonable de decencia humana" y sería difícil encontrar un punto de vista ético admisible que no la considerase algo malo. La tercera premisa es más polémica, incluso aunque está enunciada con precaución. Afirma sólo que se puede evitar parte de la pobreza absoluta sin el sacrificio de nada que pueda ser de una importancia moralmente comparable. Por tanto, evita la objeción de que cualquier ayuda que demos sea tan sólo "una gota en el océano", ya que la cuestión no estriba en si mi contribución personal surtirá un efecto considerable en la pobreza mundial en general (que, por supuesto, no lo tendrá), sino en si evitará parte de esa pobreza. Esto es todo lo que el argumento necesita para sostener su conclusión, puesto que la segunda premisa dice que toda pobreza absoluta es mala, y no sólo la pobreza total en su conjunto. Si, sin sacrificar algo que sea de una importancia moral comparable, podemos proporcionar a una familia los medios necesarios para salir de la pobreza absoluta, la tercera premisa está justificada.
He dejado el concepto de importancia moral sin analizar con objeto de demostrar que el argumento no depende de ningún valor ni principio ético específicos. Creo que la tercera premisa es válida para la mayoría de las personas que viven en naciones industrializadas, sobre cualquier postura defendible de lo que es moralmente importante. Nuestra riqueza implica que poseemos ingresos de los que podemos prescindir sin poner en peligro nuestras necesidades básicas, y podemos utilizarlos para reducir la pobreza absoluta. La medida en la que nos sintamos obligados a colaborar dependerá de lo que consideremos ser de una importancia moral comparable con la pobreza absoluta que podemos evitar: ropa de moda, comidas caras, un sofisticado equipo de sonido, vacaciones en el extranjero, un (¿segundo?) coche, una casa más grande, colegios privados para nuestros hijos, etcétera. Para el utilitarismo, ninguna de estas cosas es probable que sea de una importancia comparable a la reducción de la pobreza absoluta; y los que no son utilitaristas seguramente deben aceptar, si suscriben el principio de universalizabilidad, que al menos algunas de estas cosas tienen mucha menos importancia moral que la pobreza absoluta que podrían evitar con el dinero que cuestan. Por tanto, la tercera premisa parece ser válida para cualquier postura ética admisible, aunque la cantidad de pobreza absoluta que se puede evitar sin que se sacrifique nada de una importancia moral variará según el punto de vista ético que uno acepte.
O resto do artigo, incluindo as objeções ao argumento da obrigação de ajudar, pode ser lido aqui:
http://www.utilitarian.net/es/singer/de/1995----06.htm
*Estou REALMENTE muito ocupado. Você pode ficar sem resposta em algum tópico. Se tiver sorte... talvez eu lhe dê uma resposta sarcástica.
*Deus deixou seu único filho morrer pendurado numa cruz, imagine o que ele fará com você.